El 15 de agosto se produjo un terremoto de grado 7.9 en Ica con el saldo de 510 muertos y 1,500 heridos, así como destrucción de 17 mil casas y numerosos edificios. La zona más afectada fue Pisco, donde el 70% de las casas fueron derruidas y la iglesia de San Clemente se desplomó durante una misa aplastando a los asistentes. El terremoto mostró la baja preparación del Estado para enfrentar este tipo de desastres naturales, especialmente por la lentitud de Defensa Civil. La provisión de ayuda en alimentos, abrigo y medicinas a los damnificados se realizó en medio del caos y el saqueo; en parte promovido por los presos que se fugaron de la cárcel Tambo de Mora. La política de reconstrucción del gobierno fue bastante ineficiente y lenta; la situación de las familias viviendo en carpas y lugares precarios no cambió al final del gobierno de García.